lunes, 29 de noviembre de 2010

Mujeres que corren con los lobos, de Clarissa Pinkola Estés

"Mujeres que corren con los lobos", es, desde hace cinco años, mi Biblia. O mi Torá. O mi Bhagavad Gita. Como se quiera llamar. Es el libro que tengo al lado de la cama y que abro al azar cuando me siento perdida. El que regalo cuando alguna mujer importante en mi vida está de cumpleaños, se enamoró, se separó, tuvo hijos o necesita un espacio para encontrarse.

Clarissa Pinkola Estés es sicóloga, y en este libro analiza distintos cuentos tradicionales desde la perspectiva de la psique femenina. Me gusta porque no se queda en los clichés ni en lo básico, porque lo leo y no suena a autoayuda barata, porque cada vez encuentro distintos mensajes para distintos momentos de mi vida y siempre tienen sentido.

Soy poco objetiva, lo sé. Pero cómo no serlo si estas páginas me han acompañado en los momentos más importantes, en todos los cambios de los últimos años intensos, en todas las dudas y las decisiones. Éste es de esos libros que, independiente del valor literario, tienen un valor espiritual y emocional imposible de medir. Lo recomendaría mil veces para cualquier mujer del mundo. Está escrito en el lenguaje universal de la experiencia compartida (del inconsciente colectivo, diría Jung), y ése - creo yo - es su logro más grande.

viernes, 26 de noviembre de 2010

A sangre fría, de Truman Capote

Le acabo de prestar este libro a una amiga. Yo lo leí hace algunos años en la universidad, para un ramo de estilo o algo así. A pesar de que en mi vida siempre han sido un tema los asesinos - tengo un trastorno obsesivo compulsivo que hace que piense todo el día que me van a matar - esta historia me fascinó. Y el hecho de que fuera una historia real sólo la hizo más atractiva.

"A sangre fría" fue lo primero que leí de Truman Capote. Tengo predilección por leer a periodistas escritores, quizá porque representan mi sueño frustrado. Capote, en particular, es un autor que me gusta mucho. Es realista y sencillo, y tiene esa capacidad de describir sin excesos que permite que uno pueda ver lo que él está viendo. Además, me encanta que mientras investigaba este caso se haya enamorado de uno de los asesinos. Creo que, sin ese sesgo en su visión, jamás habría decidido mostrar lo que había en el fondo de un hombre que cualquiera tendería a catalogar como malvado, maligno, malévolo y todos los sinónimos posibles sin cuestionarse nada, guiándose sólo por los hechos.

Capote muestra los hechos, los enfrenta, los explica y al final, independiente de lo que uno crea que piensa, se queda con el sabor agridulce de que la verdad tiene demasiadas versiones y que nunca seremos capaces de conocerla completa.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

El Extranjero, de Albert Camus

Siempre he sido de la opinión de que la vida no tiene mucho sentido. La única certeza  es que vamos a morir. Antes, después, de una forma sutil o terrible, pero vamos a morir igual. Y desde que uno toma conciencia de eso - yo, por lo menos - todo deja de importar. Dan lo mismo las notas del colegio, los carretes de la universidad, lo fomes que puedan llegar a ser los trabajos. Da lo mismo si peleamos o nos reímos o somos infinitamente infelices, porque todo va a terminar en cualquier momento y no va a haber servido de nada.

Por eso cuando leí "El Extranjero", me tranquilizó saber que alguien ya pensó todo esto y que incluso escribió varios libros con protagonistas torturados por el absurdo de la existencia. Desde ese momento, Camus se convirtió para mí en un referente importante, no sólo desde el punto de vista literario - porque literariamente es muy bueno - sino desde el punto de vista existencial. Camus me entiende. Y yo lo entiendo a él.

No es que Meursault no sienta nada. Es que lo que siente no le importa.

lunes, 22 de noviembre de 2010

The devil wears Prada, de Lauren Weisberger

Cuando vi la película de este libro, yo trabajaba en una revista de mujeres muy conocida y escribía temas de belleza. Tonteras como qué cremas usar para cada tipo de piel y cuáles eran las mejores maneras de hacer durar el bronceado y mantener el pelo teñido perfecto. En esa revista, es jefa una copia en baja resolución de  Miranda. Una mujer rubia, media loca, bien flaca (y obsesionada con la delgadez ajena) que sueña con ser peloláis pero en realidad apenas le da para new rich.

Por eso - y porque durante los dos años que trabajé ahí sin contrato nunca logré encajar en el mundo de la moda y la belleza, tal como la protagonista de la historia pero con menos estilo - después de ver la película, leí el libro. Y es igual. Se pasó. Me encanta cuando el cine logra captar la esencia, los personajes y el tono de los textos. Me siento tan identificada en tantos aspectos con Andy Sachs que verla en pantalla primero y leerla después fue una experiencia liberadora. Es que claro, la historia de la periodista joven y soñadora que quiere escribir sobre temas importantes y termina dominada por el sistema publicitario que rige a los grandes medios, yo la conozco a la perfección. Por eso ahora dejé el periodismo. Por el momento, al menos.

Seguro que "The devil wears Prada" no es para intelectuales, ni para nadie que piense que la literatura tiene que ser siempre un montón de divagaciones sobre un mundo ininteligible. Pero si se trata de liviandad, ironía y buen gusto, Weisberger la lleva.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Bárbara Wood

Odio a Bárbara Wood. En serio. Odio sus tramas mamonas y predecibles, sus protagonistas que siempre son mujeres dependientes que sólo se validan a través de la opinión de un hombre que las quiera y sus finales cebollas. La verdad es que le di varias oportunidades, porque a los trece años me negaba a creer que alguien tan famosa fuera tan mala y porque incluso hace un par de semanas, cuando una amiga compró uno de sus libros en la feria artesanal de Algarrobo, lo terminé leyendo mientras tomaba sol. Pero no. Sigue igual.

Mi problema con Bárbara no se basa solamente en sus textos insípidos. Creo que aunque tuviera una buena historia que contar, no sabría cómo hacerlo. Se queda en los paisajes generales, en las personalidades torturadas, en las frases de novelita rosa para todo público. Uno nunca llega en realidad a conocer a sus personajes. Son poco reales, poco queribles, y es improbable que alguien se sienta identificado con ellos. Yo, por lo menos, nunca lo he logrado. Y lo he intentado varias veces. "Las Vírgenes del Paraíso", "Bajo el sol de Kenia", "La casa maldita" y "Canción de cuna" son algunos de los libros de la autora que han pasado por mis manos.

Bárbara Wood representa todo lo que no me gustaría ser. Una escritora repetitiva, sin vida, sin brillo, sin chispa, sin crítica. Una mujer que quiere aparecer como luchadora y defensora de los derechos de todas las otras mujeres contando historias terribles de culturas que no conoce, pero que en realidad se queda siempre en lo superficial, en lo básico, en lo que vende.

Por eso odio a Bárbara. Porque es mala de verdad y, al parecer, a nadie le importa.


sábado, 20 de noviembre de 2010

Un lugar para Katrin, de Willi Fährmann

Cuando tenía siete años, me cambié de un colegio mixto a uno de mujeres. Ahora que ha pasado bastante tiempo puedo decir que, a pesar de todo, lo logré. Sobreviví. Salí invicta de la batalla. Es que los colegios de mujeres son terribles y para mí, que era tímida y perna, fue peor. En esa época en que no tenía amigas y me quedaba todos los recreos en la biblioteca, me encontré con la historia de Katrin. A ella le pasaba básicamente lo mismo que a mí. Y que a muchas otras, me enteraría años más tarde, porque entonces era impensable. Estaba segura de que yo era la única que no encajaba.

"Un lugar para Katrin" es una historia sencilla. Se trata de una niña que tiene un lunar muy grande a un lado de la cara por el que todo el mundo la molesta, y que descubre que puede hablar con los juguetes. No creo que sea un libro demasiado famoso, aunque en realidad no sé. Pero debería ser lectura de cabecera para las niñitas sin amigas. Es ese tipo de autoayuda inocente que hace bien encontrar. Sobre todo a los siete años.

viernes, 19 de noviembre de 2010

El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas

Hace un par de años tuve un gato que se llamó Conde. Originalmente se iba a llamar Edmundo, pero justo se puso de moda Edmundo Varas y truncó todos mis planes. Es que cuando leí "El Conde de Montecristo", me enamoré. De verdad. Si alguna vez dudé acerca de mi sentido de justicia, este libro me esclareció. Y no se trata sólo, creo yo, de una apología de la venganza. Es la expresión clara y concreta de cómo actúa el karma.

De acuerdo a la ley del karma, básicamente, cada acción tiene una reacción. Y al final todo lo que hacemos se devuelve. Entonces: actuamos de manera correcta y honesta y nuestra vida será correcta y honesta. Seamos turbios y tránsfugos y eso mismo recibiremos. Sin linealidad de tiempo.

Entonces cuando al pobre Edmundo Dantés lo obligan a pagar por crímenes que no cometió, y de paso le quitan a su único amor, algo tiene que pasar para que el mundo tenga sentido y no se convierta en un montón de injusticias que no llevan a nada. No voy a escribir acá qué es eso que pasa, pero pasa. Mucho. Y el libro mantiene la misma vigencia desde el sigo XIX - y quizá sea cada vez más vigente en lugar de avejentarse como hacen las personas - porque se trata de una ley universal y atemporal. O por lo menos eso pienso.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Millenium, de Stieg Larsson

Las primeras 40 páginas de "Los hombres que no amaban a las mujeres" no me gustaron para nada. Pero de ahí en adelante, pasé las dos semanas que me demoré en leer los tres libros obsesionada con Lisbeth Salander. Soñaba que yo era ella, veía asesinos escondidos en las micros y en las esquinas (eso me ha pasado un poco siempre, pero ahora se intensificó) y me quedaba horas pensando en lo maravilloso que sería poder entrar a los discos duros de cualquier computador del mundo para saberlo todo.

Supongo que el hecho de que Stieg Larsson haya muerto justo antes de poder ver el revuelo global que causaron sus libros, los rodea de un aura todavía más oscura. No sé si era un buen escritor. Yo creo que era un buen periodista. La línea divisoria es difusa, claro. Pero me pasó algo que me pasa con pocos libros. Mientras leía, me daba cuenta de que me gustaba mucho más la historia que la forma en que estaba escrita. Es cierto que usaba pocos lugares comunes y pocos clichés, pero cuando aparecían se notaba demasiado el contraste de tonos.


El segundo libro, "La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina", fue el que menos me gustó. Pero no lo pude dejar. Necesitaba saber cómo terminaba todo, aunque Larsson se mandara varias páginas de discusiones entre políticos que no me entretenían para nada y aunque Lisbeth pasara gran parte de la novela desaparecida en algún lugar.

Cuando llegué a "La reina en el palacio de las corrientes de aire", fue todo lo contrario. Ni siquiera pude esperar a que me lo prestaran (mucho disfrutaré las historias negras pero más de 20 mil pesos por libro me parece excesivo). Lo busqué en Google y lo leí online. Completo. No me podía concentrar en nada más, ni en el trabajo, ni en salir a almorzar, ni en dormir. Hace mucho que ningún libro me absorbía así. Pero vale la pena, seguro. Salir un ratito del mundo y entrar a la realidad oscura de una mujer de mi edad con un padre igual de ausente, fue como si me hubiera topado conmigo en otra vida.

No quiero publicar la trama, me carga cuando la gente hace eso. Me basta con decir que mi amigo Larsson, a mi juicio, lo hizo bien. Lástima que no vivió para contarlo.

miércoles, 17 de noviembre de 2010