martes, 29 de marzo de 2011

La razón de los amantes, de Pablo Simonetti


Evité leer a Simonetti hasta que fue inevitable (apareció este libro encima de la mesa en un café literario al que voy siempre) y me cargó. Lo encontré clasista, lleno de lugares comunes, insustancial, fome. Me pareció que sus personajes eran prototipos exagerados de la realidad y, sobre todo, que él quería parecer ondero y cool citando lugares, colegios y barrios relacionados con la sociedad santiaguina ultra tradicional y la peloláis que quiere ser alternativa.

"La razón de los amantes" tiene una trama intrincada, que podría haber resultado interesante y ágil en manos de un autor menos soberbio, menos rococó y menos afectado, pero que en manos de Simonetti pierde su sentido profundo - la confusión del protagonista sobre todo lo que conoce en la vida y cómo enfrentar los cambios que cree querer - y se convierte en un montón de anécdotas absurdas, de ideas inconexas y de alusiones políticas que no tienen absolutamente nada que ver con el desarrollo de la historia.

No creo que vuelva a leer a Simonetti nunca más. Tengo mejores libros en los que invertir mi tiempo.

miércoles, 23 de marzo de 2011

El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Robert Louis Stevenson

Tengo varios clásicos pendientes. Éste era uno de ellos y, en mi visita a Santiago, lo compré muy barato en una librería de Providencia. Claro que yo pensé que todo el libro era sobre Jekyll y Hyde. Pero no. Por lo menos en esta versión aparecían otras tres historias: El club del suicidio, El diablo de la botella, y Olalla. Nunca había leído a Stevenson. Me gustó, aunque yo pensé que me iba a gustar más.

El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde fue el libro perfecto para mi paso por la capital, que me dejó más segura que nunca de que no echo nada de menos el metro, ni el Transantiago, ni las millones de personas que repletan las calles. Yo sé, no ha pasado tanto tiempo, y puede que eventualmente sí me falte un poco más de caos en la vida cotidiana. Por ahora no. Nada. Me sentí un poco como los personajes de Stevenson. Con dos aspectos tan definidos y tan distintos. Feliz de ver a la gente, al mismo tiempo que abrumada por la realidad.

Además, siempre he pensado que dentro de mí hay dos Caros. Está la Carolita - dulce, amorosa, simpática, divertida, acogedora, comprensiva - y la Carolina - caótica, desordenada, impulsiva, egoísta, mal genio, irónica. En general conviven bastante bien, y me convierten en mí. A veces alguna predomina. Y mientras en Santiago tiende a aparecer con más frecuencia la segunda, acá en el sur soy casi siempre la primera. Eso es lo que me confirma que tomé la decisión correcta.

miércoles, 16 de marzo de 2011

El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez

No sé si aprecié realmente este libro cuando lo leí. Estaba en el colegio, en tercero o cuarto medio, descubriendo la magia del realismo mágico de García Márquez y me pareció una de las historias más románticas de la vida. Que Florentino esperara a Fermina durante 53 años, no podía ser más que amor.

Hoy no pienso lo mismo. Hoy se me ocurre que quizá Florentino tuvo miedo de conocer de verdad a otra, que Fermina fue mucho más feliz de lo que esperaba y que claro, quizá el encuentro tenía que ser a los setenta años, no a los veinte. ¿Lo habría querido ella, siempre elegante, si él hubiera seguido siendo telegrafista? ¿Habría podido pasar él el tiempo sin esas 622 mujeres? Ni Florentino ni Fermina hubieran sido los mismos que después de tanto partieron de viaje en un barco vacío.

Si algo he aprendido, es que el amor se construye todos los días. Que las ilusiones no son más que ilusiones. Que sólo conocemos a las personas con quienes compartimos la vida. Y a veces ni siquiera. Conocernos a nosotros mismos ya resulta suficientemente complejo.

Al final, lo que quiero decir es que "El amor en los tiempos del cólera" puede ser un libro de esperas, de sueños, de magia, de locura, de cuerpos viejos y espíritus jóvenes, de experiencias y cartas. Pero no es un libro de amor. Hoy, eso lo tengo claro.

lunes, 14 de marzo de 2011

(500) days of Summer, dirigida por Marc Webb

Espero me perdonarán que escriba de películas de repente en un blog de libros, pero es un hábito que pienso adoptar.


Desde la primera vez que la vi, (500) days of Summer se convirtió en una de mis películas preferidas. Entiendo a Summer. Sé que es egoísta y egocéntrica, y que no tiene la capacidad de ver más allá de sí misma, pero me atrevo a pensar que no es su culpa. La vida le ha enseñado que nada es para siempre, y ante eso lo más fácil - lo más seguro, lo más lógico - es mantener distancia, sin importar quiénes queden golpeados en el camino. 

No soy tan bonita como ella, ni tengo ese estilo alternativo sesentero (a pesar de que inspiró mi corte de chasquilla), pero no puedo dejar de sentirme identificada con su personaje. Las desilusiones y los golpes, y sobre todo la soledad, convierten a las mujeres en frías, ajenas y un poco inmunes a los dolores de cualquiera que no sean ellas mismas. Que me quieran no implica nada. Me pueden dejar de querer mañana y, ante eso, mejor me guardo mis emociones. Lo paso bien, me río y me olvido. Hasta que llega una persona que lo cambia todo.

Si Summer no se queda con Tom no es porque él no sea un buen hombre, ni porque ella sea una mala mujer. Es porque no nacieron para estar juntos. Summer es capaz de amar profundamente - a otro, claro, pero es capaz - y Tom sale de la inercia en que llevaba sumido varios años y decide forjar su propio camino. Con eso debiera bastar para entender que ciertas personas aparecen en las vidas de otras sólo para que puedan darse cuenta de lo que 
en realidad les hace falta. Nada más.

"Look, I know you think she was the one, but I don't. Now, I think you're just remembering the good stuff. Next time you look back, I, uh, I really think you should look again".
Rachel Hansen.

miércoles, 9 de marzo de 2011

La isla bajo el mar, de Isabel Allende

Había dejado de leer a Isabel Allende hace varios años, cuando "La ciudad de las bestias" se sumó a otras decepciones varias, como "La casa de los espíritus", "El plan infinito" y "La hija de la fortuna". Lo que pasa es que cuando me prestan un libro, yo lo leo. Siempre. Y éste fue el caso.

"La isla bajo el mar" me entretuvo, pero nada más. No sentí compasión por los esclavos torturados, ni pena por los personajes muertos, ni siquiera inquietud por el futuro de la familia desintegrada que protagoniza la historia. Me pareció superficial. Lleno de lugares comunes. Como si la autora hubiera querido abarcarlo todo - la esclavitud, las torturas, las vicisitudes de la vida, la política, la emancipación, la sociedad, las colonias francesas, inglesas y norteamericanas - y no hubiera alcanzado más que a dar un montón de pincelazos en más de quinientas páginas.

Eso con "La isla bajo el mar". Ni bueno ni malo, porque creo que cada quien tiene derecho a leer lo que se le dé la gana y a catalogarlo como quiera. Pero confirma que no me arrepiento de haberme mantenido alejada de la autora. Para mí, sigue sin tener ni un brillo.