lunes, 21 de noviembre de 2011

El barón rampante, de Ítalo Calvino


Durante seis años, ser vegetariana fue lo único estable en mi vida. Cambié de casas, trabajos y pololos como nunca. Empezaba algo y me aburría al tiro. Mis veinte y más se transformaron en una época vertiginosa, esa que me imagino recordaré cuando esté vieja y arrugada, esa de la que a pesar de las caídas y los golpes no me arrepentiría jamás, porque es la época que me ha convertido en quien soy ahora, a la puerta de mis veintisiete dulces veranos.

El jueves volví a comer carne.

Creo que a veces tenemos que emprender viajes largos y dar vueltas en círculo antes de llegar a algún lugar y a algún momento que valgan la pena. En mi caso, ese lugar es acá y ese momento es ahora. Casada con el amor de mi vida, trabajando en mi verdadera vocación que siempre fueron los libros, viviendo en una ciudad maravillosa y con la certeza de que no necesito buscar más estabilidad en cosas externas porque al fin, después de tanto, la encontré en mí.

Y pienso en alguna historia que me represente y me cuesta un poco, pero elijo la que acabo de leer. "El barón rampante". Cosimo emprende una búsqueda noble, de una manera que nadie comprende. Vivir en los árboles debe ser algo así como vivir desde afuera. En un mundo propio. Y si bien Rondó y yo elegimos caminos distintos, es la conciencia de la libertad la que nos une. Y aunque nunca sepamos en realidad si nuestros esfuerzos serán valorados por los demás, tampoco nos importa. Nosotros sabemos que todo ha valido la pena.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Romeo y Julieta, de William Shakespeare

Me gustan los amores imposibles. Siempre me han gustado. Incluso en la adolescencia, cuando estaba segura de que nunca me casaría porque el amor es eterno mientras dura y nada más, me gustaban. Por eso después de descubrir Romeo y Julieta - gracias a la película de Leonardo DiCaprio a mis dulces doce años - lo debo haber leído unas veinte veces.

Lo que más me encanta de esta historia es que no es una tragedia, aunque lo parezca. ¿Cómo va a ser trágico que dos personas destinadas al odio, o en último caso a la más profunda indiferencia, se conozcan y se enamoren tanto que no puedan concebir la vida sin compartirla? No puede ser una tragedia que Romeo renuncie a su nombre porque a Julieta le molesta. Y menos que alcancen a casarse en secreto, que se escondan, ni que estén dispuestos a perderlo todo en nombre del amor.

Como defensora de los romances, siempre esperé que algo así me pasara. Que en el momento menos pensado apareciera alguien que remeciera mi mundo. Hasta que me pasó.

Quedaban dos meses para mi matrimonio cuando me subí al ascensor donde vi por primera vez al amor de mi vida. Contra todo lo que se esperaba de mí - y contra viento y marea, y contra las fuerzas enemigas, y contra lo que quisieran - me quedé con él. Han pasado dos años y medio. Hoy puedo decir, con la misma certeza del primer día, que fue lo correcto. El amor siempre es lo correcto y eso Romeo y Julieta lo supieron. Basta para que este libro no sea una tragedia, sino una de las más lindas historias de la historia.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Cuando Hitler robó el conejo rosa, de Judith Kerr

Es increíble cómo vivir en una ciudad chica, alejada de todo, puede hacer que se olviden tan rápido los grandes problemas de la humanidad. Y no sólo de la humanidad. También del país, de Santiago, de la familia. Porque claro, es distinto cuando uno está ahí, viviendo con los problemas, respirándolos y tragándoselos todos los días.

Desde acá, a más de mil kilómetros, resulta fácil distraerse. Dejar de pensar en los motivos de los estudiantes para armar barricadas en las avenidas, y en las marchas por la diversidad, y en los asaltos, asesinatos y enfermedades. Es fácil quedarse en cambio con la mirada fija en el atardecer y los volcanes, en el lago tan quieto, en la lluvia fuerte aunque casi sea verano. Sentir en lo más profundo la paz. Volver a dormir tranquila. No sé si será mejor o peor para la conciencia universal. Sí sé que en medio de esta calma puedo leer a veces más de un libro al día, puedo retomar mis sueños de infancia, puedo perderme en las calles de tierra en mi bicicleta y ser inmensamente feliz. Puedo caminar con mi marido por la playa y hacer picnics en el bosque y ver programas fomes en la tele porque no necesitamos nada para sentir que la vida tiene sentido. Basta con estar juntos.

¿Por qué pienso en esto ahora? Porque leí "Cuando Hitler robó el conejo rosa" y entendí perfecto a Anna cuando se dio cuenta de que ser refugiada no era tan malo si es que se mantenían unidos. No importa si el cielo y el infierno se suceden para siempre en nuestras vidas. Lo importante es tener con quien enfrentarlo todo.