lunes, 19 de marzo de 2012

Cuentos de amor, locura y muerte, de Horacio Quiroga

Vocación es una palabra grande. Inmensa.
Define la vida de quien, ante la posibilidad de optar entre lo conveniente y lo apasionante, elige lo segundo.

Cuando estaba en el colegio - debe haber sido en octavo o algo así - leímos a Quiroga. Catorce años después no tengo muy claro de qué se trataba el libro completo, pero sé que me marcó profundamente. Fue la primera vez que leer me dio miedo de verdad. Y claro, mi cuento preferido, El almohadón de plumas, todavía me asusta cuando lo pienso.

Creo que sólo por eso - por el recuerdo, por la ansiedad profunda, por los escalofríos que llegué a sentir sentada en la alfombra de la biblioteca incluso cuando estaba al lado de la estufa - defendí tanto este libro cuando supe que lo habían sacado de la lectura complementaria de primero medio en el colegio donde trabajé seis meses.

¿En qué momento y pensando en qué decide alguien que Quiroga no se puede leer a los catorce años?

Volver a escribir ha hecho que me cuestione tantas cosas. Al mismo tiempo, me ha entregado certezas profundas. Mi vocación es innegable.

Si no vivo por la defensa de la libertad, entonces nada más tiene ningún sentido.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Stephen King


Me pasa algo terrible. Me encanta ir al solarium. De verdad. Deben ser los once minutos más relajantes de la semana - a pesar de que los paso encerrada en una máquina que bien podría ser un ataúd si no fuera por los colores de las luces y el calorcito y el ventilador en los pies.






Supongo que así también es que me gusta leer a Stephen King. Algo terrible, pero inevitable. Escapar a sus historias macabras sería como negar esa parte de mi naturaleza superficial que alguna vez disfrutó salir en televisión y que ahora se conforma con tanto menos. Carrie pasó volando por mis manos, seguida por Misery y actualmente The Shining. Me gusta este cabro Stephen. Es entretenido. Ágil. Aunque no sé si me da miedo por sus textos o porque no puedo dejar de ver a Jack Nicholson en cada página representando a uno de sus mejores personajes. 

Ahora tengo pega de verdad. De periodista. Nadie me pregunta para qué estudié cinco años si me iba a quedar encerrada en una biblioteca. Por mucho que amaba mi trabajo anterior, la verdad es que me fui con una herida profunda. Con la idea de que podía intentarlo con todas mis fuerzas, pero nunca sería quien ellos querían - independiente de quiénes fueran ellos. Y lo intenté de verdad, aunque eso significó alejarme de tantas partes de mí. Y traté de enseñarle a los niños que la magia de los libros no está necesariamente en las lecturas complementarias para las pruebas. Que pueden leer algo más, aunque los critiquen por su cultura llegada directo desde el mercado. 

No creo que Stephen King sea un ícono de literatura de calidad. Tampoco creo que leerlo me entregue un mejor conocimiento de mí misma. Pero es como el solarium. Me relaja. Lo disfruto, de principio a fin. Me dan ganas de que todo el mundo sepa que las letras no siempre son densas. 

Qué difícil es, a veces, nadar contra la corriente.