lunes, 23 de mayo de 2011

La elegancia del erizo, de Muriel Barbery

Acabo de terminar de leer y siento que algo me pesa.
Que me falta un poco el aire.


Ayer estábamos con mi suegra en el aeropuerto mirando libros, y de repente le dije que tenía muchas ganas de leer "La elegancia del erizo". Me lo regaló. Y aquí estoy ahora, acostada en el sillón del living frente al fuego, tratando de procesarlo. No sé si la historia me dejó triste, esperanzada, nostálgica, o todo a la vez. Sí sé que si tuviera que elegir un solo estilo para leer el resto de mi vida, sería éste. El de historias sencillas contadas de forma inteligente, donde la soledad, la felicidad y el sentido de la existencia son los temas en torno a los que transcurre todo lo demás.

Muriel Barbery no estudió para ser escritora, y quizá eso mismo la convierte en una escritora excelente. Filósofa francesa, no se queda en las vaguedades obvias que cualquiera podría esperar de su profesión - y de su procedencia, a mi juicio los franceses tienden a ser rebuscados -, sino que convierte las divagaciones sobre la belleza y el arte en el sentido más profundo de la vida. Para mí, que he pasado veintiséis años tratando de encontrar ese sentido, este libro es un regalo invaluable. Soy consciente de la mortalidad y de que nada dura para siempre. Las dos son certezas me angustian y me liberan. Creo que a los personajes de Barbery les pasa un poco lo mismo.

"Quizá estar vivo sea esto: perseguir instantes que mueren".
Paloma.

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