lunes, 21 de noviembre de 2011

El barón rampante, de Ítalo Calvino


Durante seis años, ser vegetariana fue lo único estable en mi vida. Cambié de casas, trabajos y pololos como nunca. Empezaba algo y me aburría al tiro. Mis veinte y más se transformaron en una época vertiginosa, esa que me imagino recordaré cuando esté vieja y arrugada, esa de la que a pesar de las caídas y los golpes no me arrepentiría jamás, porque es la época que me ha convertido en quien soy ahora, a la puerta de mis veintisiete dulces veranos.

El jueves volví a comer carne.

Creo que a veces tenemos que emprender viajes largos y dar vueltas en círculo antes de llegar a algún lugar y a algún momento que valgan la pena. En mi caso, ese lugar es acá y ese momento es ahora. Casada con el amor de mi vida, trabajando en mi verdadera vocación que siempre fueron los libros, viviendo en una ciudad maravillosa y con la certeza de que no necesito buscar más estabilidad en cosas externas porque al fin, después de tanto, la encontré en mí.

Y pienso en alguna historia que me represente y me cuesta un poco, pero elijo la que acabo de leer. "El barón rampante". Cosimo emprende una búsqueda noble, de una manera que nadie comprende. Vivir en los árboles debe ser algo así como vivir desde afuera. En un mundo propio. Y si bien Rondó y yo elegimos caminos distintos, es la conciencia de la libertad la que nos une. Y aunque nunca sepamos en realidad si nuestros esfuerzos serán valorados por los demás, tampoco nos importa. Nosotros sabemos que todo ha valido la pena.

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