viernes, 10 de diciembre de 2010

Corazón de tinta, de Cornelia Funke

Cuando llegué a la oficina el martes, la Maga había dejado este libro en mi escritorio. Así que lo leí. Y me gustó.

En "Corazón de tinta" no existe la línea divisoria entre fantasía y realidad. Todo puede pasar. Los malos son realmente malos, y los buenos son demasiado buenos. La protagonista tiene doce años y una valentía digna de heroína de historia clásica. El papá de Meggie, por su parte, es un hombre enamorado del recuerdo de su mujer que está dispuesto a todo para recuperarla. Y Capricornio y Basta dan miedo de sólo pensarlos.

Este libro me recordó que a los diez años escribí mi primer cuento. Se trataba de una niña que escribía un cuento - autorreferencia desde el principio - y cuando terminaba los personajes se escapaban de las páginas y se mezclaban con la realidad.

Lo mejor de leer historias fantásticas es que hace que los días pasen más rápido. Claro que, como me dijo una siquiatra una vez, mi mente no tiene filtro. Pienso todo como si fuera de verdad. Como si viviera en una historia fantástica constante. Y ahí, en particular, es donde este tipo de libros toca mi fibra sensible. Me siento identificada con la facilidad que tiene la gente para creer, con la teoría de que los buenos siempre ganan, y con el anhelo de pertenecer a algún mundo por completo.

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