jueves, 18 de noviembre de 2010

Millenium, de Stieg Larsson

Las primeras 40 páginas de "Los hombres que no amaban a las mujeres" no me gustaron para nada. Pero de ahí en adelante, pasé las dos semanas que me demoré en leer los tres libros obsesionada con Lisbeth Salander. Soñaba que yo era ella, veía asesinos escondidos en las micros y en las esquinas (eso me ha pasado un poco siempre, pero ahora se intensificó) y me quedaba horas pensando en lo maravilloso que sería poder entrar a los discos duros de cualquier computador del mundo para saberlo todo.

Supongo que el hecho de que Stieg Larsson haya muerto justo antes de poder ver el revuelo global que causaron sus libros, los rodea de un aura todavía más oscura. No sé si era un buen escritor. Yo creo que era un buen periodista. La línea divisoria es difusa, claro. Pero me pasó algo que me pasa con pocos libros. Mientras leía, me daba cuenta de que me gustaba mucho más la historia que la forma en que estaba escrita. Es cierto que usaba pocos lugares comunes y pocos clichés, pero cuando aparecían se notaba demasiado el contraste de tonos.


El segundo libro, "La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina", fue el que menos me gustó. Pero no lo pude dejar. Necesitaba saber cómo terminaba todo, aunque Larsson se mandara varias páginas de discusiones entre políticos que no me entretenían para nada y aunque Lisbeth pasara gran parte de la novela desaparecida en algún lugar.

Cuando llegué a "La reina en el palacio de las corrientes de aire", fue todo lo contrario. Ni siquiera pude esperar a que me lo prestaran (mucho disfrutaré las historias negras pero más de 20 mil pesos por libro me parece excesivo). Lo busqué en Google y lo leí online. Completo. No me podía concentrar en nada más, ni en el trabajo, ni en salir a almorzar, ni en dormir. Hace mucho que ningún libro me absorbía así. Pero vale la pena, seguro. Salir un ratito del mundo y entrar a la realidad oscura de una mujer de mi edad con un padre igual de ausente, fue como si me hubiera topado conmigo en otra vida.

No quiero publicar la trama, me carga cuando la gente hace eso. Me basta con decir que mi amigo Larsson, a mi juicio, lo hizo bien. Lástima que no vivió para contarlo.

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